Un chiquillo estaba jugando junto a su padre que estaba sentado en el jardín. El pequeño estaba tratando de levantar una gran piedra. Era demasiado grande y no podía con ella. Lo intentó en vano. Se puso a sudar. 

El padre le dijo, «No lo estás haciendo con todas tus fuerzas». 

El niño le contestó, «No es verdad. Estoy poniendo toda mi energía y no sé qué más puedo hacer». 

El padre le dijo, «No me has pedido que te ayude. Esa también es tu energía. Yo estoy aquí sentado y no me has pedido que te ayude. No estás empleando toda tu energía». 

La ayuda es un arte que requiere de conocimiento, práctica y mucha empatía. 

Saber cuándo, cuánto y cómo ayudar es un arte; saber cuándo es indicada o posible la ayuda. 

Bert Hellinger habla de cinco fuerzas o leyes a la hora de ayudar. Hoy nos vamos a centrar en la primera.

Uno sólo da lo que tiene, y sólo espera y toma lo que realmente necesita.

Ofrecer apoyo o ayuda es un acto generoso. Pedir ayuda es un acto necesario en el que reconocemos nuestras limitaciones o nuestro deseo de compartir momentos y aprendizajes.

Este primer orden de ayuda nos dice:

  • No se puede dar lo que no se tiene.
  • No se puede dar lo que no se ha tomado.
  • Dar solo lo que el otro me pide (implícita o explícitamente). El pedido ha de ser concreto y el ayudador no ha de excederse de aquello. 

Muchas veces nos cuesta recibir ayuda, solicitarla porque sentimos que eso nos pone en deuda con el otro y no sabemos cómo ni si podremos devolvérselo. También porque nos coloca en una posición de “incapacidad” por un tiempo. 

Encontrar el límite sano entre hacer las cosas por uno mismo, a través de los aprendizajes y práctica necesaria, y solicitar ayudar para cumplimentar aquello que necesito y no puedo gestionar solo en este momento. Tener la habilidad y humildad de pedir ayudar. Encontrar la forma de devolver esa ayuda, no necesariamente a quien te ayudó. 

Por otro lado, esperar a ser solicitados en nuestra ayuda y ser sinceros con nosotros mismos y con el otro sobre nuestra disponibilidad a ello en este momento. Sin salir “corriendo” a “salvar” a otros, lo que, probablemente, genere irritabilidad, inseguridad, frustración, dependencia, etc., en ambos. 

Otra cosa a tener en cuenta es la donación. Podemos hacer un regalo. Ahí, una vez entregado, hemos de tener amnesia. El otro hará lo que quiera con ello y ya no tendremos que intervenir más. 

Y recordar que, cuando ayudamos a otros, nos ayudamos a nosotros mismos. Cuando solicitamos ayuda, permitimos a otros compartir lo que poseen. Y en este intercambio equilibrado todos nos enriquecemos. 

Escrito por:   María del Pilar Sánchez López (Yaocihuatl)

                     Miembro Didacta de la Escuela Movimiento Sistémico

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies