La felicidad empieza muy temprano, empieza con la madre y se sigue manteniendo en la relación con ella. El camino de la felicidad se interrumpe cuando perdemos el contacto con la madre. Los conflictos son necesarios. Muchas relaciones con la madre están bloqueadas porque tenemos expectativas con respecto a esa persona que van más allá de lo que se puede esperar de un ser humano; y si los padres fueran perfectos, si la madre fuera la ideal, no tendríamos la fuerza para vivir. Somos capaces de vivir porque nuestros padres tienen errores. Eso es lo que nos introduce en la verdadera vida, o sea, amamos a nuestros Padres, así como son, tal cual como son, y así nos volvemos felices.
Un recién nacido ama incondicionalmente a su madre. La única relación en la que hemos experimentado un amor y atención incondicional es la relación con nuestra madre. Su dedicación es durante días, meses, semanas, años y décadas. Pero una madre también es limitada e imperfecta y, a veces, sufrimos falta de atención, carencia emocional que duele.
Al tomar incondicionalmente a la madre abrazamos la salud. Los nueve meses de gestación es el periodo en el que cada persona ha vivido la abundancia más completa, con todas las necesidades atendidas, ya que el feto llegó a término pese a cualquier adversidad. (Recordad que el parto es una experiencia de muerte. Y la madre se pone en riesgo de muerte. Por tanto, la madre está ofrendando su vida al hijo).
Abrirnos a las madres es abrirlas compuertas de este periodo, es vincularnos de nuevo con la abundancia y con la bondad de la naturaleza: el regalo de la naturaleza es la vida, por tanto, la salud.
Si se interrumpe el vínculo afectivo entre la madre y el hijo por diversos motivos, ya sea durante el embarazo porque la madre sufra la pérdida de un ser querido, como después del nacimiento, debido a una enfermedad ya sea de la madre o del hijo, que les suponga hospitalización, produce que ese niño, incluso en la adolescencia y ya de adulto se muestre inseguro, desarrolle falta de confianza en la vida misma. Tendrá tendencia a momentos de acercamiento y de alejamiento de la madre, la anhela y la evita, se vuelven o autosuficientes o muy dependientes. El movimiento amoroso se puede solventar tanto en niños como en adolescentes mediante el abrazo de contención.
El rechazo a la madre o la imposibilidad de tomarla provoca la enfermedad, y si este alejamiento de la madre existe en tres generaciones seguidas se producirá una enfermedad grave. Una hija que toma a su madre a las mujeres de su familia se confirma en su identidad de mujer, fortaleciéndola.
Existe un amor cercano, un amor muy cercano. El amor más próximo que nosotros hemos experimentado fue el amor de la madre. Fue para nosotros el amor más cercano. Cuando el amor es decepcionado ¿qué ocurre entonces? El amor es decepcionado porque nuestras expectativas son más grandes que lo posible. Aquí me sobrecoge una profunda compasión con las madres que fueron elevadas al cielo junto a Dios y, ahora cuidado, resulta que ellas no son como Dios. ¡Pobres madres! Ese amor decepcionado se transforma en rechazo e incluso en deseos de muerte. Cuando los niños quieren que su madre muera se trata de amor decepcionado. Pero cuando los chicos le dicen a la madre: ¡Tengo todo, yo fui enriquecido con tantos regalos!, lo cual es cierto, es la absoluta verdad, de lo contrario ustedes no estarían sentados aquí. Cada uno de nosotros ha recibido todo lo que necesita para la vida, todo. Si también nosotros aceptamos que recibimos todo lo que necesitábamos para la vida, podremos decirle a nuestra madre: “Es suficiente, alcanza. Todo lo demás lo puedo buscar y encontrar en algún otro lugar”. Entonces el amor, un amor humano, un amor no exagerado podrá seguir su curso y la madre será libre.
Escuela Movimiento Sistémico